Cómo la fragmentación social desafía a los políticos y cómo Runa ayuda a construir puentes.
Vivimos un tiempo en el que nuestras sociedades modernas parecen estar rotas. En Latinoamérica —como en buena parte del mundo— se experimenta una creciente ola de descontento, escepticismo y desafección hacia los sistemas políticos e instituciones públicas. Este fenómeno, potenciado por la hiperconectividad y la aceleración de las dinámicas sociales, genera actitudes que alejan a las personas tanto de sus pares como de los líderes políticos.
La desafección se convierte rápidamente en frustración. Y la frustración, cuando no se canaliza, muta en disturbios, rupturas institucionales o apatía generalizada. En este escenario, ningún político —ni electo ni candidato— está exento. La legitimidad ya no se hereda: se construye en tiempo real.
¿Cómo llegamos a esta fragmentación?
Como explica Moisés Naím en The End of Power, parte de la respuesta está en las “revoluciones silenciosas”: transformaciones profundas que han cambiado la relación entre los ciudadanos y el poder. Una de ellas ha sido la expansión del acceso a la educación. Las personas, ahora más informadas, son capaces de comparar, cuestionar y exigir. Ya no aceptan promesas vacías: buscan resultados, coherencia y autenticidad.
A esto se suma la movilidad. La posibilidad real de migrar transforma la relación entre ciudadanos y Estados. Cuando las condiciones para el desarrollo personal no están garantizadas, cada vez más personas optan por irse. El voto, entonces, ya no es la única forma de castigo al sistema: también lo es el abandono.
La hiperconectividad, por su parte, ha generado una paradoja social: todos estamos más conectados, pero también más aislados. Consumimos contenidos similares, pero desde burbujas distintas. Somos audiencias fragmentadas, con códigos y lenguajes particulares. Lo que antes funcionaba como un mensaje general para todos, hoy difícilmente atraviesa esas fronteras invisibles.
La crisis del agravio
El Edelman Trust Barometer 2025 da un paso más y ofrece una clave conceptual precisa: vivimos una crisis de agravio. A nivel global, 6 de cada 10 personas afirman sentir que el sistema —empresas, gobiernos, medios y élites— no actúa en su beneficio. Esta percepción erosiona la confianza en las instituciones y genera una narrativa dominante de injusticia, exclusión y desconfianza.
Este sentido de agravio tiene consecuencias directas en la comunicación política: las personas que lo sienten confían hasta 30 puntos menos en cualquier actor institucional. Es decir, la desafección no solo es emocional; es estructural y medible. Y quienes no la entienden, simplemente no logran conectar.
¿Qué implica esto para la política?
Implica que las campañas mal elaboradas, sin un conocimiento profundo de la sociedad, están condenadas a fracasar. Como señala el Edelman Trust Barometer 2025, los ciudadanos consideran legítimos a los líderes cuando tienen un impacto positivo en sus vidas (70%) y cuando demuestran entender sus deseos y aspiraciones (70%). No se trata solo de ganar elecciones, sino de construir confianza. No basta con decir lo correcto: hay que ser escuchado.
Por eso, toda estrategia política seria debe partir de un análisis riguroso: de los códigos culturales, de las emociones colectivas, de la semiótica del presente, de las tendencias electorales y del comportamiento de las audiencias. El trabajo político no puede ser solo intuitivo; debe ser estratégico, interdisciplinario y sensible a las transformaciones sociales.
Runa: comunicación que repara vínculos
Desde Runacompol, entendemos que la comunicación política no puede ser solo persuasión: tiene que ser conexión. Analizamos el contexto, identificamos los agravios latentes y diseñamos estrategias que no solo comuniquen, sino que reconstruyan confianza. Porque cuando la política desconecta, la comunicación tiene que recomponer. Porque hoy no basta con tener la razón: hay que saber decirla. En el canal correcto, con el lenguaje adecuado, en el momento justo.
Runa te ayuda a comprender el poder. Y lo conecta con las personas.
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